¡DIOS MÍO! TÚ ERES FUEGO ARDIENTE
¡Dios mío!
Tú eres fuego ardiente
amor infinito,
anhelo de todos los hombres.
En cada uno,
También en mí,
has encendido una chispa de tu fuego,
que hace arder en mi corazón:
El ansia de liberación profunda,
el deseo de amor y de paz,
de acogida y cobijo.
¡Dios mío!
¡Amor infinito!
En ti encuentra mi vida
plenitud y felicidad.
(San Vicente Pallotti)
(…)
VIII.
DANOS FE EN SCHOENSTATT Y EN PALLOTTI
La gran misión de la familia se relaciona con el aporte que puede dar a la Iglesia. En cada época Dios llama a una renovación, que es un nuevo Pentecostés, con apóstoles nuevos, con nuevo ardor y con una comunidad nueva. Schoenstatt nació para ser un Cenáculo de los nuevos tiempos.
La “Oración de los Jefes” (del libro Hacia el Padre), llama a reconocer a Pallotti como heraldo del tiempo nuevo. Pero sobretodo, como representante personal, del carisma de unidad de todas las fuerzas vivas de la Iglesia, que Schoenstatt declara haber recibido de Don Vicente. Insiste la oración “Danos fe en Schoenstatt y en Pallotti y que este signo de unidad nadie nos lo arrebate”. Es el carisma llamado a hacer real lo que con gran anhelo expresamos con las palabras “que Schoenstatt llegue a ser corazón de la Iglesia y alma del mundo”. ¡Qué misión tan desproporcionada y que grande el desamparo para enfrentarla! Estamos llamados a asistir a nuestra querida Mater en su propio desvalimiento, como lo expresa la plática del P. Kentenich el 31 de mayo de 1949.
Ante la magnitud de la tarea no caben vacilaciones, sino la súplica: ¡Danos Fe! Queremos así unirnos a la vida llena de audacia del P. Kentenich que, ya en los primeros años, asume la misión de la Confederación Apostólica Universal. Y, luego, combate vigorosamente, con oración y extensos escritos, para salvar la amenazada bandera de este binomio Schoenstatt – Pallotti. El desconocimiento de la exigencia propuesta por el P. Kentenich respecto a San Vicente, es perdonable, pero el resistir las voces de la Providencia, es resistir la acción de la gracia.
Estamos llamados a ser apóstoles de un nuevo Pentecostés. A formar nuestra familia y a salir a crear vínculos que acerquen otros carismas, en una red que muestre la unidad de los creyentes. Queremos hacernos responsables de la Eclesiología de Comunión del Concilio Vaticano II, de esta Iglesia que quiere ser “Casa y Escuela de Comunión”.
Mirando a la Iglesia son hoy muchos los que se sienten defraudados, pues no encuentran acogimiento, ni mentes abiertas para la receptividad de las inquietudes que traen. La juventud ha encabezado movimientos de protesta muy significativos: Los políticos intentan manejar estas fuerzas sociales. Nosotros queremos señalar que hay hambre del Dios eterno y cercano, del Dios que se hace hermano y de Jesucristo que nos dice “denles ustedes de comer”.
Advierte el P. Kentenich: “dos son las fuentes de las que se alimenta el movimiento de Schoenstatt, ¡dos fuentes! –reitera– Una fluye del corazón de Vicente Pallotti y la otra fluye de nuestro Santuario. Ambas, fuentes a su modo, han alimentado una corriente y estas dos corrientes discurrieron a veces en forma separada”. (DD: 9,79)
Schoenstatt aporta el carisma mariano, providencialista y pedagógico. De la sensibilidad de Vicente Pallotti, sellada por el Espíritu Santo, viene el carisma que busca coordinar las fuerzas apostólicas dentro de la Iglesia. Es el carisma de la unidad en la diversidad, que quiere llevar a la Iglesia el valor de la estructura federativa.
Estas no fueron palabras echadas al viento. –El P. Kentenich asistió en 1950 a la beatificación en Roma y dos días después se reunió con los schoenstattianos junto a su tumba–. Sus palabras tomaron fuerza por la alianza con el recién designado beato Vicente Pallotti. “Sellamos una Alianza de Amor con su obra, ya que la obra a la que consagramos toda nuestra fuerza, debe venerarlo como su portador y heraldo y como su personificación. ¿Cómo debemos concebirnos a nosotros mismos? Nosotros somos los hijos de su anhelo. Sabemos cuan inconmensurable e infinito era su anhelo y con qué fervor abrazaba una obra, como la que debemos –así lo creemos– regalar a la Iglesia”.
Al finalizar sus palabras, en la misma iglesia en que Vicente Pallotti vivió y trabajó, señaló, a los schoenstatianos presentes, un pequeño cambio en nuestras capillitas. “En el tiempo venidero –así les dice– verán en el costado derecho de los santuarios la imagen del beato Vicente Pallotti, junto a una pequeña réplica del Santuario”. Y agrega “nuestro amor total, entero y dispuesto al sacrificio, debe ser consagrado, más que hasta ahora, a la obra común y a la persona de Vicente Pallotti”. Y termina con la consabida frase !Con Cristo su hijo, nos bendiga la Virgen María!